lunes, 28 de junio de 2010

Niña

Esa niña miraba a la cámara con un gesto un poco tímido, llevaba sus zapatos favoritos y unos jeans que ya habían sufrido varias reencarnaciones. Su madre le compraba los pantalones más largos de la cuenta y no cortaba los bajos, sólo hacía un dobladillo temporal que se podía ir moviendo en la medida en que iba creciendo. La niña odiaba las líneas blancas que iban quedando por el camino, aunque ahora le parece que eran lo mejor del look.

Aunque no lo sabía, iba a seguir buscando toda su vida un cielo tan azul como el de ese día.

jueves, 24 de junio de 2010

SUEÑOS VÍVIDOS


Tengo una amiga a la que le afectan mucho los sueños. Con cierta frecuencia se despierta con la cara bañada en lágrimas y los ojos hinchados y, como su memoria onírica es puntillosa en detalles y colores, muchas veces sigue llorando en la ducha y también mientras desayuna. Es difícil empezar el día así.

Yo le he dicho que para desprenderse de esa pátina de tristeza, la mejor solución es el relato: los inefables horrores de las pesadillas siempre pierden mucha estatura cuando se fijan con orden y cuidado en las cuadrículas de una historia. Por eso, de vez en cuando me llama para contarme alguna de esas perlas negras que a veces le envenenan las mañanas. A mi me gusta prestarle este pequeño servicio y creo que hasta le he cogido gusto a esta extraña afición de coleccionista de pesadillas.

Lo raro es que hoy me advirtió que lo que tenía para contarme no era una pesadilla, todo lo contrario.

Anoche soñó que su novio le regalaba un viaje, un viaje moderno y revolucionario, un viaje a Australia en helicóptero. El piloto, Chad, era rubio como el sol, rubio como un dios de piel dorada, rubio como el champán que ella bebía indolente en su asiento de piel de gacela. Por supuesto, era la única pasajera. El viaje duraba siete horas que se le pasaron como siete minutos, sobre todo desde que Chad, puso el piloto automático –que funcionaba con un visionario sistema de satélites-y se dedicó a hacerle un delicado masaje en los pies.

domingo, 20 de junio de 2010

Todo tipo de heroínas

Las heroínas pueden ser viejas damas patriotas de alguna guerra de independencia; pueden ser damiselas en apuros de telenovela, arrastradas por la maldad de alguna villana implacable pero al final redimidas por gracia del amor de un rico heredero; pueden ser madres sacrificadas que donan el riñón a su hijo, el hígado a su marido y antes de morir hacen de celestinas entre su casi vuido y su mejor amiga casi solterona.

Así son las heroínas de los libros de texto de historia de quinto de primaria, así son las heroínas de los telefilmes americanos y, claro, así son las heroínas de los culebrones. Figuritas recortables que se pueden cambiar de atuendo y de escenario, a gusto de los jugadores. Son tranquilizadoras y agradables, a todos nos gustaría conocer una.

La realidad suele ser algo más compleja. Las heroínas de verdad siempre tienen un esqueleto en el armario, algunas incluso tienen varios, clasificados por estatura y color. En cuanto a la empresa heróica, algunas veces no queda clara, si nos fijamos, casi siempre su mayor hazaña, es simplemente vivir.