sábado, 14 de febrero de 2015

BALZAC Y LA JOVEN COSTURERA CHINA (Dai Sijie)


El gato Chili atacando esta gran obra

Yo había visto el nombre de esta novela pasar sin que mi deseo se fuera detrás de ella. Ni siquiera su bonita portada me hizo un guiño. Creo que tenía que ver con una larga racha de lecturas japonesas que me dejó saturada de tragedias interiores atadas en diálogos muy contenidos y paisajes con una luz definitivamente extranjera. Ya sé que China no es Japón pero es que no tenía el cuerpo para orientalismos.

Gran error. Se me olvidaba que la gran literatura es universal. No volveré a machacar la cita de Tolstoi sobre la aldea universal pero es verdad, hay una realidad humana común que trasciende las diferencias culturales y que nos permite reconocernos en las vidas de cualquier hombre o mujer, cuando están bien contadas.

Como muchas historias de iniciación, ésta se inicia con un viaje, una expulsión, un exilio interior para ser más precisos. Comienzos de los años setenta, en la China comunista el presidente Mao lanza una ambiciosa campaña de reeducación, los "jóvenes intelectuales" cuya mentalidad ya había sido corrompida por el saber decadente y burgués de occidente serían enviados al campo a ser reeducados por los campesinos proletarios en  la ética del sudor,la igualdad y el trabajo. A este efecto, las universidades fueron cerradas y miles de jóvenes despachados a los ambientes rurales más desolados y primitivos del país. Muchos o sobrevivirían a esta condena sin tiempo fijo, tal vez los mataban a la par las penalidades físicas y la desesperanza.

Dai Sijie nos presenta en este escenario a un trío inolvidable pero hay que ir un poco más despacio porque empieza siendo un dueto. Son dos adolescentes citadinos, cuyo delito es ser hijos de intelectuales decadentes (médicos y un célebre dentista) que han caído en desgracia con el régimen. El innominado narrador y su gran amigo Luo se nos aparecen en su penosa peregrinación a la Montaña del Fénix donde habrán de convertirse en dos buenos proletarios. La aldea que les ha sido destinada es un modelo de atraso e ignorancia. En una primera inspección están a punto de perder el violín del narrador pero el magnífico Luo, el personaje descarado que la acción reclama, salva la situación, conminando a su compañero a interpretar la maravillosa pieza revolucionaria Mozart piensa en el presidente Mao. Está claro que estos muchachos piensan sobrevivir y que saben de alguna manera que sin humor y sin agallas no lo van a conseguir.

Pues bien, la vida en la aldea es un infierno cotidiano de agotamiento y desesperanza. Sólo lo extraordinario puede salvarles y lo extraordinario consiste en el descubrimiento de dos tesoros: una maleta llena de obras maestras de la literatura occidental y la bellísima e inteligente hija y ayudante del sastre de una aldea vecina, en adelante denominada la Sastrecilla.

Al tesoro femenino no hay que darle muchas vueltas, para dos adolescentes solitarios y despojados, la belleza de una joven tiene un poder que no necesita ser explicado. Lo de los libros es un poco más complejo: en plena revolución cultural casi todo había sido prohibido: "Aquella historia de literatura me deprimía profundamente: no teníamos suerte. A la edad en la que por fin habíamos podido leer de corrido, no quedaba ya nada para leer.". En la sección de literatura occidental de las librerías sólo se encontraban las obras completas del líder comunista albanés Enver Hoxaa, cuya siniestra mirada desde la portada es un escalofrío que el narrador transmite de forma magistral.

Los pasajes en los que se nos presenta a la Sastrecilla están llenos de un lirismo apasionado que impulsa a la narración y nos hace bebernos a sorbos las páginas donde esta niña nos enamora también a los lectores: "La princesa de la montaña del Fénix del Cielo llevaba un par de zapatos rosa pálido (....)", "Se inclinaba hacia la máquina de coser, cuya base lisa reflejaba el cuello de su camisa blanca, su rostro oval y el fulgor de sus ojos, sin duda los más hermosos del distrito de Yong Jing, si no de toda la región".

De muchas formas, nuestros héroes descubren el poder de la narrativa. Un alivio de su condena surge de su capacidad de relatar películas que los aldeanos escuchan maravillados de esas imágenes nuevas y coloridas que se despliegan ante sus ojos, tanto que el jefe de la aldea los manda a ver películas a la ciudad más cercana para institucionalizar las sesiones de "cine oral". Ese talento, en especial de Luo, es que los acerca a las Sastrecilla, hambrienta de ficción, de historias, de vida.

No digo más. Yo he leído esta historia tan maravillada como los campesinos que escuchaban las películas vueltas a la vida por este par de encantadores de serpientes. Está llena de matices, de cariño por los personajes, incluso los secundarios como el desagradable Cuatroojos, el sastre, el jefe de la aldea, el molinero, las brujas, están todos vivos y respirando. La aldea funciona como universo.

Mi edición de bolsillo de Salamandra, colección Quinteto, es más que correcta: letra grande, encuadernación robusta, espacios generosos, una pertinente nota sobre el autor que nos informa del carácter autobiográfico de la narración. La traducción transmite una prosa sencilla, de una elegancia poética y eficaz. Dos peros: hay que dejarse los ojos para encontrar el nombre del traductor y el texto de la contraportada destripa casi sin contemplaciones más de la mitad de la trama.

Nota librera final: Gran adquisición hecha en la librería de segunda mano Menos Diez, en pleno centro de Madrid pero algo escondida en la pequeña calle Espejo, 5, cerca de Ópera. Buenos precios, gran selección, vayan, que no abundan los aventureros que se decidan con estos negocios en este mundo tan duro.


Librería Menos Diez

domingo, 8 de febrero de 2015

MURDERABILIA (Álvaro Ortiz)



¿Son diferentes los lectores de cómic a los lectores de libros "normales"? Conozco a gente que únicamente lee cómic y a otros que lo encuentran un género menor o incluso no lo consideran literatura. Luego estamos los omnívoros. Comparto vida con un gran lector del género y por lo tanto tengo acceso a material de gran calidad pero suelo escribir poco de estas lecturas porque me parece más difícil defender mis filias y mis (pocas) fobias. No sé si sea el alto coste de los cómics lo que hace que la decisión de llevarte uno a casa sea más meditada y menos impulsiva que, por ejemplo, en el caso de un libro de bolsillo, imagino que un filtro más estricto -aunque sea el del frío metal- nos pone platos más selectos en la mesa.

Creo que los criterios estéticos a la hora de juzgar una novela gráfica son distintos, implican más complejidad para una persona como yo, sin formación en artes visuales. Entonces, al final queda al caótico recurso del amor, si la imagen y la historia te enamoran, entonces es que el libro funciona.

El cómic tiene sus propios riesgos, que parten básicamente de su naturaleza dual: se expresa en dos lenguajes el literario y el gráfico. Se pueden rellenar páginas con hermosos dibujos que, sin embargo, no logran el objetivo de meternos dentro de una historia, de hacernos saltar de viñeta en viñeta con apetito lector. Está también el opuesto, una buena historia que se diluye en un trabajo gráfico inadecuado que no da el tono estilístico requerido. Aquí viene la primera virtud de Murderablia, el impecable equilibrio entre lo que vemos y lo que leemos. Es escuchar una historia cruel contada por una voz bella y serena.

Prontuario: antes del libro que hoy me ocupa, ya había leído de este autor Cenizas, que me impresionó por su capacidad de crear un ambiente híbrido entre la realidad y la imaginación, un cruce de universos fructífero, con unos personajes de un carácter muy definido inmersos en un paisaje aséptico y minimalista, como extraído de una película de carretera.

Este talento para crear mundos está intacto en Murderabilia. Un excelente título que nos mete directamente en el meollo de la historia. Escoger una palabra rara es una apuesta arriesgada en ese arte a medio camino entre el marketing y la literatura, que es titular un libro. Aquí además de picar la curiosidad del potencial lector que no conozca el término, apunta a un fenómeno sociológico interesante: el coleccionismo. Aparte de libros (que no colecciono: compro, me regalan, pierdo, comparto, recupero, etc.) me son ajenas las fijaciones por adquirir y clasificar determinado tipo de objetos, las pasiones raras y ajenas siempre son doblemente llamativas. Aquí además estamos hablando de un tipo muy específico de coleccionismo. El término "memorabilia" me resultaba familiar -supongo que por toda la televisión estadounidense que he consumido- pero poniéndome un poco más académica (sabiduría de wikipedia, he de confesar), diré que en origen es una expresión latina, el plural de memorābile que se usa para designar aquellos objetos que son valorados por su nexo con algún evento histórico de algún impacto social (una lástima, no valen las invitaciones a mi fiesta de quince años). Así llegamos a murderabilia, término acuñado -cómo no- por un funcionario de la oficina de crímenes violentos de Houston, que designa el coleccionismo de objetos ligados a crímenes violentos, en especial a asesinos en serie, aunque el espectro es amplio y abarca desde los gustos más clásicos (homicidios) hasta crímenes más rocambolescos.

Imagino que una manera enferma pero de forma coherente con la quebrada geografía del alma humana, es más probable que uno de estos coleccionistas tiemble de emoción con un rizo de la barba de Charles Manson que con la agenda de un defruaudador millonario de Wall Street, pero no se sabe, todo el mundo tiene su público. Pues bien, con el encomiable espíritu emprendedor norteamericano, la venta de estos artículos selectos se ha convertido en una rentable industria. Los lectores curiosos pueden curiosear, por ejemplo, en Serial killers ink que se autodefine como la página líder en distribución de objetos relacionados con crímenes verdaderos y ofrece cosas tan interesantes como las pinturas de payasos de John W Gacy, fotos variadas de escenas de crímenes, una tarjeta de navidad firmada por Ted Bundy. En otra página leí de la venta millonaria de la máquina de escribir Corona de Unabomber en una subasta online.




No quiero contar mucho del argumento de Murderabilia porque es una estructura compleja y delicada que perdería encanto para el lector si se destripa por adelantado. Podemos decir que el protagonista, un joven y ya desencantado de la vida, Malmö Rodríguez persigue una esquiva vocación de escritor y se topa (de alguna manera le pertenecen) con dos simpáticos gatitos que resultan ser valiosas piezas de murderabilia. Logra colocarlos con un coleccionista dispuesto a dejarse el dinero y como tiene que viajar  casa del cliente a hacer la entrega, empieza el viaje... De ahí en adelante les recomiendo que lean  y disfruten.

Malmö encuentra aventuras, gente oscura, trabajo en un motel, amistad con un coleccionista, un romance febril, un dilema ético, tal vez su verdadera voación, etc. Todos los  ingredientes de una historia apasionante y que atrapa.

Me gusta el estilo del dibujo de Ortiz, tiene un punto de inocencia, una limpieza en color y en el trazo que hace la la lectura muy placentera. También es abigarrado, da gusto el montón de viñetas que encadena con arte en cada página. El cromatismo de esta historia es muy bello, muchos rosas, lilas, amarillos y verdes pálidos. Pero sobre todo rosa, el rosa no es un color inocente, se nos ha inducido a esta falsa creencia pero no es así. Es el color de las vísceras, de los atardeceres ensangrentados, de las barbies. Un rosa palo muy cuidadosamente matizado con colores amaderados da el tono a esta historia de fascinación por el asesinato.

Nota experimental: Como me gustó tanto esta novela gráfica quise conocer la opinión de una persona con poca experiencia en leer cómics, que juzgara el libro sólo por su calidad. Así que se lo pasé a mi madre con el encargo de hacer una pequeña nota crítica, de la cual extraigo los siguientes comentarios:
- "Los acontecimientos te sorprenden, agazapados en las viñetas como los siniestros gatos de Malmö".
- "Confieso que me demoré en la lectura porque continuamente me devolvía a repasar y disfrutar de las figuras, su detalle: muy graciosos y casi pedagógicos los de Malmö haciendo el amor y el laborioso detalle de los paisajes y las máscaras".
- "Queda latente la incertidumbre y escasez de horizontes de los jóvenes (...)".
En fin, esta señora, lectora compulsiva y refinada quedó encantada con la historia. Me dijo que le había recordado a ciertas historias de su infancia por la manera en que los buenos dibujos enganchaban la historia y que era más difícil atrapar a una "Doña Anciana" que a la niña lectora que había sido. Como ven, mi madre no es ninguna anciana sino una mente joven y dispuesta a sorprenderse. Un beso desde aquí.

El libro como objeto es irreprochable: lomo en tela, respeto por la trabajo del artista en cada página, papel grueso y aromático. Un ejemplo del buen hacer de Astiberri. Volviendo al vil metal, dieciséis euros parecen un precio razonable para un trabajo tan bien hecho.

Estuve en la presentación en el Café Molar, un sitio muy agradable en la ahora renacida calle de la Ruda en La Latina. El autor, encantador, atendió preguntas impertinentes y nos firmó una dedicatoria bellísima y elaborada: